Roma – Los países deben hacer que sus sistemas agroalimentarios sean más resilientes a perturbaciones repentinas como las observadas durante la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), que ha pasado a ser uno de los principales factores determinantes del último aumento de las estimaciones sobre el hambre mundial. Según un nuevo informe publicado hoy por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), sin la debida preparación las perturbaciones de carácter imprevisible seguirán socavando los sistemas agroalimentarios.
La edición de este año del informe de la FAO El estado mundial de la agricultura y la alimentación (SOFA) se titula “Lograr que los sistemas agroalimentarios sean más resilientes a las perturbaciones y tensiones”. En él se ofrece una evaluación de la capacidad de los sistemas agroalimentarios nacionales de responder a las perturbaciones y factores de estrés o de recuperarse prontamente de estos. También se brinda orientación a los gobiernos sobre la forma en que pueden mejorar la resiliencia.
Hoy en día hay aproximadamente 3 000 millones de personas que no pueden permitirse una dieta saludable. En el informe SOFA se calcula que otros 1 000 millones de personas pasarían a engrosar las filas de quienes padecen este problema si una crisis redujera sus ingresos en un tercio. Además, los costos de los alimentos podrían incrementarse para 845 millones de personas si se produjera una alteración de las rutas de transporte fundamentales.
En el informe se definen las perturbaciones como “desviaciones de breve duración de las tendencias a largo plazo que tienen efectos negativos sustanciales en un sistema, el estado de bienestar de las personas, los activos, los medios de vida, la seguridad y la capacidad de soportar perturbaciones futuras”. Algunos ejemplos son los fenómenos meteorológicos extremos y el recrudecimiento de enfermedades y plagas de las plantas y los animales.
Incluso antes de que la COVID-19estallara, el mundo estaba lejos de cumplir su compromiso de acabar con el hambre y la malnutrición para 2030. Y aunque las cadenas de producción y suministro de alimentos han sido históricamente vulnerables a los fenómenos climáticos extremos, los conflictos armados o las subidas de los precios de los alimentos, la frecuencia y la gravedad de estas perturbaciones van en aumento.
La publicación del informe no podría ser más oportuna.
“La pandemia puso de relieve tanto la resiliencia como la debilidad de nuestros sistemas agroalimentarios”, señaló el Sr. QU Dongyu, Director General de la FAO, en el acto virtual de presentación, en el que también realizó una exposición el Sr. Máximo Torero Cullen, Economista Jefe de la FAO, y se celebró una mesa redonda con responsables de la formulación de políticas y estudiosos.
Medidas concretas
Los sistemas agroalimentarios mundiales —la compleja red de actividades relacionadas con la producción de productos agrícolas alimentarios y no alimentarios, así como su almacenamiento, elaboración, transporte, distribución y consumo— producen 11 000 millones de toneladas de alimentos anuales y dan empleo a miles de millones de personas, de forma directa o indirecta. No se debe dejar de insistir en la urgencia de fortalecer su capacidad para resistir a las perturbaciones.
En el informe se presentan asimismo indicadores nacionales de la resiliencia de los sistemas agroalimentarios en más de 100 países y se analizan factores como las redes de transporte, los flujos comerciales y la disponibilidad de dietas saludables y variadas. Aunque los países de bajos ingresos afrontan generalmente desafíos mucho mayores, las conclusiones del informe muestran que los países de ingresos medianos también están en riesgo.
En el Brasil, por ejemplo, el 60 % de su valor de exportación proviene de solo un socio comercial, por lo que dispone de menos opciones si un país asociado se ve afectado por una perturbación. Incluso países de ingresos altos como Australia y el Canadá están expuestos al riesgo de una perturbación, debido a las largas distancias que hay que cubrir para distribuir los alimentos. En casi la mitad de los países analizados por expertos de la FAO, el cierre de conexiones esenciales de la red haría que el tiempo de transporte local aumentara en un 20 % o más, aumentando así los costos y los precios de los alimentos para los consumidores.
Sobre la base de los datos empíricos del informe, la FAO recomienda que los gobiernos hagan de la resiliencia en los sistemas agroalimentarios una parte estratégica de sus respuestas a los desafíos actuales y futuros.
La clave aquí es la diversificación —de fuentes de insumos, producción, mercados y cadenas de suministro, así como de actores—, ya que la diversidad crea múltiples vías para absorber las perturbaciones. Apoyar la creación de pequeñas y medianas empresas agroalimentarias, cooperativas, consorcios y agrupaciones ayuda a mantener la diversidad en las cadenas de valor agroalimentarias nacionales.
Otro factor fundamental es la conectividad. Las redes agroalimentarias bien conectadas superan las alteraciones más rápidamente cambiando las fuentes de suministro y los canales de transporte, comercialización, insumos y mano de obra.
Por último, es fundamental mejorar la capacidad de resiliencia de los hogares vulnerables para asegurar un mundo sin hambre. Esto se puede lograr a través de la mejora del acceso a activos, a fuentes diversificadas de ingresos y programas de protección social en caso de crisis.
“En el informe SOFA se recogen los esfuerzos de la FAO dirigidos a aumentar la resiliencia y se establecen nuevos indicadores para ayudar a los Miembros a medir la capacidad de resiliencia de sus sistemas agroalimentarios y determinar carencias que necesitan mejoras”, declaró el Sr. QU.