La demanda de minería metálica, liderada por China, trajo consecuencias positivas para América Latina y el Caribe en términos de exportaciones e ingresos fiscales en la última década, sin embargo, la región no avanzó en una política de industrialización: los encadenamientos con otros sectores aún son débiles y faltan políticas para que la minería aporte a la creación de nuevas capacidades, señala la CEPAL en su último informe anual
LA INVERSIÓN EXTRANJERA DIRECTA EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE 2016.
De acuerdo con el documento, en los últimos 15 años el peso relativo medio de los recursos naturales en el total de flujos de inversión extranjera directa (IED) en la región pasó del 16,6% y el 17,1% en las décadas de 1990 y 2000, respectivamente, al 22,3% en el período 2010-2014.
En ese cuatrienio, ingresaron a la región 170.555 millones de dólares en concepto de IED hacia el conjunto de los sectores de recursos naturales y se desarrollaron explotaciones por parte de las principales transnacionales mineras del mundo.
“Nuestra región, que pudo haber aprovechado mejor el boom de los recursos naturales, al cierre de este ciclo de auge no avanzó en la cadena de valor”, afirmó la Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Alicia Bárcena, durante el lanzamiento del informe, el miércoles 15 de junio en Santiago de Chile.
Paralelamente, China no solo impulsó la demanda internacional de minerales y concentró las importaciones, sino que también invirtió en la fundición y refinación de metales, avanzando en la cadena de valor minero-metalúrgica.
En el cobre, por ejemplo, si bien China posee reservas muy menores respecto a América Latina, implementó una estrategia que busca la industrialización importando los minerales en etapas primarias, procesándolos y posteriormente exportándolos en forma de metales básicos o elaborados, con la consecuente agregación de valor en el mercado local, señala el informe.
Actualmente, la región posee 66% de las reservas mundiales de litio, 47% de cobre, 45% de plata, 25% de estaño, 23% de bauxita, 23% de níquel y 14% de hierro.
Sin embargo, la participación de China en la producción de cobre refinado alcanza el 34,8% del total mundial versus un 16% de América Latina y el Caribe, una región que mantiene el liderazgo en la producción de cobre de mina.
“China tiene una política de industrialización de mediano y largo plazo, una política que busca dotar de mayor valor agregado a las materias primas. Aun cuando no produce, le está dando valor agregado a las materias primas que ha comprado y acumulado.
Nosotros las tenemos, no necesitamos importarlas, podríamos tener una política industrial basada en estas grandes reservas de recursos naturales”, afirmó Bárcena.
Esta política aportaría a la construcción de un nuevo estilo de desarrollo en la región, central para alcanzar las metas contenidas en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, tal como lo sostiene el documento Horizontes 2030: la igualdad en el centro del desarrollo sostenible, recientemente publicado por la CEPAL.
El informe de IED afirma que los países de América Latina y el Caribe deben acompañar la expansión de la minería metálica con políticas de apoyo al sector productivo y obtener el mayor beneficio posible desde el punto de vista del desarrollo inclusivo y sostenible.
Agrega que si bien la búsqueda de las mejores estrategias para que la minería apoye sustantivamente el desarrollo es un desafío complejo, donde cada país tiene que equilibrar diversos intereses contrapuestos, es necesario impulsar un espacio institucional de coordinación entre el sector público y privado para el diseño y la implementación de políticas industriales que promuevan la diversificación desde el sector minero.