Estela de Carlotto habla de las Abuelas de Plaza de Mayo, de cómo va construyendo la relación con su nieto Guido, del Papa Francisco y del futuro de la organización que preside.
-2014 fue un año muy feliz para usted y entre las decenas de entrevistas que concedió por el encuentro con su nieto Guido, dijo que veía en él actitudes o gestos de su papá Oscar y de Laura, su hija. ¿Cuáles son?
-Yo lo estoy observando y lo estoy conociendo. Hace seis meses que apareció y no nos vemos muy seguido. Él vive en Olavarría, es músico, profesor y está renunciado a sus trabajos formales para dedicarse a la música, porque ahora a partir de ser conocido mundialmente tiene unas demandas y unas convocatorias muy grandes, muy lindas. Es muy buen músico y compositor también. Para mí, cuando lo buscaba y lo soñaba era Laura, pero no conocía al papá. No podía opinar sobre el papá. Se parece físicamente al papá una barbaridad pero tiene gestos y cosas de nuestra familia también. Él mismo lo dijo en una conferencia o en una entrevista. Tengo la música de mi papá y la dialéctica de mi mamá.
-¿Cómo era Laura, la mamá de Guido?
– Laura tenía 23 años cuando la asesinaron y no podemos decir que fuera una oradora o una persona erudita, no era eso. Era militante, tenía garra, convicción, pero no era de discursos fantásticos. Pero él tiene la forma de expresarse de Laura. Tal es así que el día que dio una conferencia para todo el periodismo, pidió que después no lo molestaran más. A mí me dejó helada. Yo le dije, te acompaño pero no voy a hablar porque no es mi tema. Y les respondió de una manera clarísima cada pregunta. Quizá no hubo malas intenciones en algunas, pero eran bravas. Y entonces, Guido trae eso de adentro de la mamá. El papá era músico, el abuelo de la parte paterna también. Pero yo también tengo músicos en mi familia. Mis nietos, familiares, uno de mis hijos, así que también heredó de ahí. Son cosas genéticas irreversibles porque, fíjese que fue criado en el medio del campo por dos peones con una cultura… Bueno, nada, él se asombraba, decía que le hacía ruido y él tenía la necesidad de estudiar y seguir música. ¿De dónde sacó eso? De ellos, sus padres adoptivos, no.
-Estela, ¿y cómo empezó a relacionarse con su nieto?
-Yo soy muy prudente, porque no le quiero imponer nada, ni decir lo que no quiera saber. Solo manifestarle el cariño y nada más. Que sepa que esta abuela lo buscó durante 36 años, la vida de él. Yo sabía que Laura había perdido dos bebés, pero siempre lo busqué.
-Una historia de su búsqueda cuenta que usted, año tras año, fue juntando remeras que le entregaban en distintos lugares alusivas a la lucha por los derechos humanos y que las juntó para regalárselas a su nieto si lo encontraba. ¿Es así?
-A mí me gustaba que supiera por qué lado estuvo su abuela buscándolo. Entonces las remeras, que se las llevé el 31 de diciembre en una valija rebosante, empezó a probárselas. Le gustaron más unas que otras. Son muchas de acá, de Argentina, muchas de organizaciones políticas, sociales, sindicales, de congresos y del exterior. Sobre todo, del Caso Elían, cuando fue lo de ese chiquito en Cuba. He ido porel mundo y me las regalaban y las guardaba para él, para decirle el día que lo encontrara que la abuelita estuvo acá, allá, y siempre preguntando por él y todos los demás nietos. Y ahora tengo también una caja con llaveros, lapiceras y regalos que también se los voy a llevar.
-¿Qué piensa del lugar en que la ubica una gran porción de la sociedad como referente de los derechos humanos?
-A mí a veces me da mucho pudor la exaltación de la persona y los bajo a tierra. Diciéndoles no, no idealicen tanto, porque yo soy una mujer común, que está haciendo lo que quiere hacer porque la llevó el amor por la hija y el nieto que tanto buscó. Que supe acomodar mi vida. Es mi carácter. Yo soy así, no soy una persona pasiva, tranquila, siempre desde chiquita fui una persona de liderazgo. Un liderazgo normal, barrial, escolar. Yo era directora de Escuela y cuando una dirige una escuela, tiene liderazgo. También por estar al frente de una familia numerosa con cuatro hijos.
-Sin embargo, el suyo es un liderazgo mesurado, no es de barricada, de una dialéctica combativa, se percibe más en los hechos, en el trabajo que ha llevado adelante.
-Sí, digamos que digo lo que corresponde, en el momento oportuno y además, perdí los miedos. A mí me quisieron matar en el año 2002 y me dio más bronca, no miedo. Y dije voy a luchar más ahora. También me mandan a Abuelas alguna que otra carta porque soy oficialista. Todas esas miserias no me afectan porque digo: ¡qué ignorancia! Hay mucho cariño en la gente. Más que en los pocos que, por maldad y algunos por ignorancia, nos combaten o no nos quieren.
-¿Qué balance hace de la historia de lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo en todos estos años?
-Acá había que tener creatividad, poner en práctica cosas normales para tener respuestas. Darle visibilidad a la lucha. Y una puso lo que sabe, el ser maestra me sirvió mucho. Yo no tengo ningún problema en hablar, subirme a un escenario. No tengo temores ni vergüenza, subo tranquilamente y esa visibilidad me ha servido mucho para difundir mi espíritu de paz. Porque soy una mujer que no guardo rencor, no tengo actos violentos, no tengo odio a nada. Simplemente, la lucha nuestra ha sido implacable, pero con códigos morales muy serios y que se transmiten a esta institución. Las demás compañeras son iguales.
-¿El reconocimiento mundial a su organización la debe colmar de orgullo?
-Me agrada porque hay un reconocimiento afectivo muy grande a las Abuelas. Que tuvo una explosión especialísima cuando encontré a Guido. Porque aún hoy, si yo me encuentro con gente me dice: déjeme que la abrace y enseguida vienen las lágrimas. Porque se grabó en la sociedad un acto de justicia de una mujer argentina que luchó. Aunque hago la aclaración de que yo no luche sola, que lo hice con mis compañeras, pero la visible soy yo, la que estoy soy yo. A mí me da un poco de pudor, no me gusta…
-¿Cómo es usted como presidenta de las Abuelas?
-Mi conducta es natural, yo no finjo ni digo ahora voy a hacer un discurso para que me quieran. Si usted me pregunta antes, cuando voy a un acto, qué voy a decir, no le puedo responder. Yo que hago: miro a la gente. Me digo: dónde estoy y qué esperan de esta mujer. Que les cuente, que les hable, que se enteren de que les pasa a ellos también. Les hablo de Guido, los aliento a la unión, les hablo de cosas buenas, pero eso lo hago de corazón. Eso se siente, a mí no me gusta leer discursos. El esposo de una amiga me dijo: ‘Estela, yo te sigo. Te voy a ver porque nunca decís lo mismo’. O sea, yo no tengo un discursito armado, incluso hasta cuento algún chistecito, matizo. Cuando aparece algún nieto aparecen botellas y yo digo: cómo llegaron acá. ¡Estas viejas borrachas! Porque cada nieto recuperado es un festejo.
-En la publicación oficial de las Abuelas ahora aparece la Iglesia argentina contribuyendo a la búsqueda de los nietos que faltan. ¿Hubiera sido impensado ese gesto durante la dictadura?
-Y sí, si nosotras recurrimos a un lugar para tener noticias, con ignorancia total de lo que pasaba, fue a la Iglesia. Somos católicas y en el pasado éramos igual. Y la Iglesia resultó ser cómplice por error, omisión o lo que sea, salvo siete obispos que fueron solidarios. Tuvimos audiencias con el Papa en plena dictadura. Nos fuimos a Brasil para delatar esto en el 80. Y acá venía y miraba para otro lado. En el año 98 cuando nos recibió Wojtyla hubo una mano negra que nos había borrado de la lista, que si no fuera por los obispos Casaretto, Laguna y también Arancedo, que estaban allá, el Papa no nos hubiera recibido.
-¿Qué opina del Papa Francisco?
-Yo opiné mal. Al principio, cuando nos enteramos de su elección, dijimos, ¡Uy, mirá vos! Este que nunca habló, y es cierto, nunca habló. Lo hice público y después me fui enterando por personas creíbles y sensatas que él hizo mucho en silencio durante la dictadura y por tanto, empezamos a ver, producto de esa versión, su comportamiento como Papa. El uso de los zapatos de todos los días, el crucifijo sin nada de oro, el anillo de lata y las medidas que ha tomado en temas muy fuertes, casi imposibles. Nos recibió en abril de 2013 en El Vaticano en una audiencia general, vino a hablar como uno más. Entonces es ¡una revelación!
-También lo visitó en noviembre pasado con todos sus nietos, ¿cómo fue el encuentro?
-Sí, en agosto encontramos a Guido y el Papa me mandó una carta y después quiso vernos en noviembre.Nos recibió a todos los Carlotto: a mis hijos, a mis nietos. Y ahí, bueno, conversamos amigablemente de los males del mundo y hasta de fútbol.A esa cordialidad, a esa sencillez que tiene, le agrega lo que hace y lo que dice. No es blablabla, ese discurso monocorde, que aburre. Él habla pero va a fondo. Lo he visto cómo se comporta con el resto de la gente, personalmente y por TV. Por eso digo que es una revelación. Él incentivó el contacto para la campaña de Abuelas con Arancedo, fue por instrucciones que partieron de él.
-¿Cómo imagina a la organización que preside después de que las Abuelas no estén más?
-Usted sabe que todavía faltan encontrarse 300 nietos más. Nuestra vida está limitada, somos muy pocas, estamos en el último tramo de nuestras vidas. Lideramos la organización y mientras exista una abuela la va a liderar. El día que no estemos más ya tenemos el relevo. Se han incorporado a la comisión directiva nietos que son parte activa y formal de la institución y tenemos nuestra familia también. Yo tengo hijos activos, nietos activos y seguramente, no sé si con otra dinámica, otra forma, otra organización, pero vamos a seguir funcionando para seguir buscando a los que faltan, a la edad que sea, a todos. Y también buscar la verdad y la justicia que todavía no está completa. Entonces, todo lo que falta lo van a seguir haciendo los que nos sucedan. Ya está previsto.