El intendente de Mar del Plata, quien fue electo por la mayoría de los vecinos que componen las dos ciudades Mar del Plata y Batán, en ningún momento se comportó como tal. Cruzo todos los límites y ahora consolida un municipio de puertas cerradas.
Ser intendente es representar la ciudad a nivel provincial, nacional y mundial. Es gestionar para todos, es entender que lo que se precisan son políticas públicas que logren resultados, trabajar para alcanzar metas como una mayor seguridad, empleo, mejorar la salud, la educación, los espacios públicos que todos precisamos no solo limpios y seguros sino también acordes a la vida de los marplatenses y bataneneses. Mar del Plata necesita ser una ciudad abierta, democrática y participativa. Que crezca y se desarrolle.
Desde su asunción – en Diciembre de 2015 -, Arroyo no ha hecho más que opinar, como si estuviera en la cocina de su casa, esquivando la responsabilidad de quien fue elegido por la mayoría de los vecinos para ejercer la conducción de nuestra ciudad, cargo al que se postuló democráticamente y ahora pareciera desconocer en sus formas y obligaciones.
Este comportamiento, adrede, con plena conciencia y manifestando una forma de trabajar mediante exabruptos e improvisaciones, deja a las claras una intencionalidad de gobernar en una ciudad para pocos. Incluso propuso enrejar la municipalidad. Su inacción se activa solo para encerrarse en un soliloquio que ni sus dirigentes apoyan. Seamos claros: la pasividad tiene consecuencias, nuestro futuro se hunde cada día un poco más.
Hace unos días, las puertas del municipio fueron cerradas por orden del Intendente, no se podía entrar ni salir. Un dato alarmante, sospechoso e indignante, pero sobre todas las cosas un acto que habla por sí mismo, un acto que devela cuál es la estrategia del intendente frente al conflicto. Pareciera ser que la solución es cerrar, no hablar. Y así gobierna Arroyo. No escucha a nadie. ¿Acaso es viable pensar en gestionar una ciudad mediante este tipo de decisiones? ¿Podemos pensar en un futuro para Mar del Plata cuando, ante el conflicto, la adversidad y la turbulencia, (escenarios casi diarios con los que la política se encuentra) donde la opción sea ser estrictos, cerrados, arcaicos? Porque desde ahí parte todo. Si es, o si no es una opción. Si es admisible o si es inadmisible que Mar del Plata sea una ciudad para pocos.
Nos preguntamos: ¿se puede vivir en una ciudad antidemocratica ? ¿Que consecuencias trae para la misma ? ¿Y para los vecinos ? ¿En una ciudad sin rumbo, quien conduce? ¿Hacia donde? ¿Cual es el plan? ¿Se puede gobernar sin un plan? ¿Se puede gobernar con un supuesto “plan secreto”?
Mar del Plata merece un presente distinto, un futuro mejor. Usemos el sentido común: nuestra ciudad merece un Intendente que gobierne de puertas abiertas, que escuche e interprete la voluntad de toda una comunidad, que gobierne para todos y sobre todo, merece un Intendente que no pierda las llaves del municipio.