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Energía nuclear en Argentina (Estudio del CPCE Prov.BsAs)

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La energía ha diseñado la civilización actual. Sus actividades son inimaginables sin ella. Sin em-bargo, su desarrollo en gran escala y diversificación de fuentes apenas cuenta con dos siglos.

Hacia fines del siglo XX se produce en energía una transformación no tecnológica. Fue una toma de conciencia poniendo en tela de juicio la utilización indiscriminada de las diversas fuentes. Y ya en pleno siglo XXI se perfila una definida tendencia hacia la utilización racional de las fuentes de ener-gía, teniendo en cuenta otros factores: financieros y económicos de largo plazo (p. ej. precios en condiciones de un eventual agotamiento de combustibles fósiles), vinculados a la salud (riesgo am-biental y de radiaciones), y la prevención respecto a la diseminación de armas nucleares.

En el caso de la energía nuclear sólo puede ser utilizada como insumo para un producto interme-dio: la electricidad. A fin de ubicarnos debemos tener en cuenta la distribución por fuentes de la energía eléctrica a nivel mundial.

De manera aproximada se compone de un 70 % de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas), 15 % es de origen nuclear y el resto son renovables: hidráulica, eóli-ca, etc.

Hasta el accidente nuclear de Fukushima (2011), que replanteó la problemática nuclear, esta op-ción tendía a crecer en gran escala.

Se explica por los altos precios de los hidrocarburos hasta ese momento, y la fuerte contaminación ambiental de los combustibles de origen fósil.

Además comen-zaba a delinearse el objetivo de auto-abastecimiento de energía ya que la volatilidad de sus precios y las condiciones de la política internacional ponían en riesgo su provisión.

El ímpetu de la energía nuclear en el mundo se vio frenado por el accidente en Fukushima (Japón) en el año 2011.

Fue la culminación de una serie de acontecimientos, donde los más importantes habían sido el de Three Mile Island en EE.UU. en 1979, y el de Chernobyl en Ucrania en 1986. De aquellos accidentes surgían errores de imprevisión superables. En cambio, el último, dejó en claro que el riesgo de letales radiaciones nucleares por accidentes naturales está más allá de toda precau-ción posible.

Se suman los peligros de accidentes geológicos en el almacenamiento de residuos cuyos efectos de radiación se mantienen durante siglos y su posible utilización en armas atómicas.

Argentina desde hace décadas desarrolla una estrategia cubriendo toda la gama de actividades nucleares no militares. El nudo institucional de la estrategia nuclear es la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Lo más notable a destacar es que, a pesar de los graves avatares de la po-lítica desde aquellos años, esa institución pudo mantener, aunque con altibajos, su línea de trabajo.

Sus objetivos centrales: la independencia tecnológica y cubrir toda la gama de aplicaciones posibles de la energía nuclear.

En el año 2006 se relanza el plan nuclear en todas las direcciones posibles. En el caso de la provi-sión de electricidad por vía de reactivar la construcción de la ex – Atucha II, extender la vida útil de las existentes (Atucha I y Embalse) y nuevos proyectos para generar electricidad a partir de esa fuen-te.
También en esa dirección la reactivación del enriquecimiento de uranio y la planta de agua pesa-da, es decir, fortalecer todos los eslabones del ciclo del combustible.

En materia de aplicaciones, ampliar la gama en las actividades productivas y medicina.

Es una estrategia muy global y sin precisiones. Además los objetivos sólo hacen mención al avance científico como soporte de un modelo de desarrollo y el uso pacífico de la energía nuclear.

Esto significa una estrategia nuclear basada en el avance irrestricto de todas sus facetas: cierre del ciclo del combustible nuclear y exportar bienes y servicios de tecnología intensiva, y además, produ-cir electricidad.

No existen objetivos específicos para cada línea de trabajo.

En el primer caso, resulta satisfactorio todo lo realizado desde inicio de los ´50. Los esfuerzos pa-ra profundizarlo deberían ser imitados en otros campos de la tecnología.

El problema radica en las usinas eléctricas de fuente nuclear. La estrategia trazada supone, de manera implícita, el avance indiscriminado en ese tipo de fuente.

No existen criterios definidos ni están compatibilizados con la matriz energética global.
Nuestro criterio para la fijación de objetivos en este campo tiene en cuenta dos conceptos.

Y sur-gen de la experiencia mundial en la materia: autoabastecimiento energético y riesgo nuclear.

Entre estos dos andariveles deberían adoptarse las decisiones.

Con el nivel de conciencia existente, no tiene sentido debatir la verdad “científica” sobre el ver-dadero nivel de riesgo (contaminación y radioactividad). Los temores al riesgo se incrementan de manera acelerada y terminarán imponiendo los criterios en materia de fuente energética.

Enfrentamos un problema muy delicado. Es un laberinto donde las posibles “salidas” se van ce-rrando. En ese contexto debemos elaborar una estrategia.

Y frente a esas limitaciones la salida es una sola: el desarrollo de fuentes renovables sin riesgo radioactivo ni ambiental. Además permite cumplir con el requisito del autoabastecimiento a partir del “cierre del ciclo tecnológico”, posible para Ar-gentina en cualquiera de sus formas hoy conocidas.

También es una utopía plantear el abandono de la opción fósil y nuclear en el corto plazo. Resulta inviable pues el país se paralizaría.

Pero, sin duda alguna, en el largo plazo, o bien el país se auto-impone reemplazarlas o bien, será impuesta por los organismos internacionales con el aval de la opi-nión pública local y mundial.
Por ello la política energética debe centrar su atención en fuentes renovables a partir de desarro-llos tecnológicos propios, alta inversión y políticas de estado para lograr metas de largo plazo.

Una planificación de la matriz energética a largo plazo puede iniciarse ya mismo bajo el criterio de, al menos, no agravar el riesgo nuclear. Debe evaluarse el plan vigente en materia de generación de energía eléctrica de fuente nuclear.

El otro aspecto de esa tecnología, su aplicación en procesos productivos y en medicina resulta válido realizarlo en todas sus dimensiones y potencialidades.

Deben ser revisadas, bajo los criterios enunciados, las previsiones en materia de plantas nucleares y sus desechos donde radica el grueso del riesgo.

Es el caso de la cuarta, quinta y sexta planta nu-clear prevista con financiación y tecnología de China y Rusia. Debemos tener en cuenta, aun cuando durante el periodo de la parada de Embalse, su provisión será reemplazada por la central Pte. Kirch-ner (ex – Atucha II), luego de ese lapso, funcionarán a pleno todas centrales nucleares.
Y allí surge una cuestión puramente técnico-económica.

Las plantas nucleares e hidroeléctricas por razones de economicidad deben funcionar las 24 horas del día, los 365 días del año, es decir, sólo son aptas para funcionar en la base del diagrama de carga.

Antes de realizar esas inversiones deberíamos preguntarnos la proporción cubierta de la base del diagrama de carga con las actuales centrales nucleares funcionando a pleno más las hidroeléctricas, y teniendo en cuenta los nuevos proyectos de origen hídrico ya iniciados en el sur argentino.

El actual programa de gobierno supone la no existencia de límite en el número de centrales nu-cleares posibles y no ha informado criterio técnico alguno para justificar la acumulación de ese tipo de fuente.

Su generación podría no ser utilizada a pleno y por ende resultar anti-económica. A esto debe sumarse nuestro supuesto: será inevitable prescindir de ellas en el largo plazo. La iniciativa puede llegar a convertirse en un verdadero despropósito.

La estrategia a trazar deberá ser explícita, pública y consensuada.

El silencio, sobre todo en ma-teria de riesgo nuclear implica apostar a que las presiones institucionales y sociales a nivel mundial y local no se verificarán.

Nosotros entendemos, serán inexorables, y frente a ellas la única opción váli-da es anticiparse, trazando políticas de largo plazo.

Y deben ser consensuadas para convertirlas en políticas de estado a ser aplicada por las sucesivas administraciones. Sus metas finales y parciales deberán tener en cuenta los criterios de autoabasteci-miento de la matriz energética y el riesgo de contaminación atmosférica y radioactividad.
Y para sustentar el consenso deben participar en la decisión los sectores involucrados. Para hacer esto posible, deben contar con la información completa sobre estos temas.

Es el versus del “secretis-mo” practicado en Argentina en materia de política nuclear desde hace décadas.

Una política energética de largo plazo deberá incluir el “apagón” nuclear en algún punto de la trayectoria y su relevo por fuentes renovables.

Además el paulatino reemplazo de las fuentes de ori-gen fósil pues producen gases con efecto invernadero.

La aplicación combinada de los criterios de autoabastecimiento y riesgo irá marcando el ritmo y el orden en ese proceso de renovación de las fuentes de energía.

SI QUIERE VER EL INFORME COMPLETO UTILICE EL 1er.LINK

Descargue:
RePro 85 – Informe Económico de Coyuntura – Energía Nuclear en Argentina
RePro 85 – Informe Económico de Coyuntura – Energía Nuclear en Argentina – Resumen
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