La presidenta Cristina Fernández de Kirchner vislumbra a El Calafate como su propia “Puerta de Hierro” para el 2019. (Dibujo NOVA)
Sorprendió a todos la presidenta Cristina Fernández de Kirchner al declarar que espera que en 2019 no la necesiten: lo hizo en el marco de un acto previo a brindar una nueva cadena nacional y tras el pedido del titular del Sedronar, Juan Carlos Molina, de que analice una posible candidatura presidencial para ese año. Taxativa, Cristina selló su futuro en dos segmentos: el primero, a partir del 2015, donde “el proyecto” la necesitará (ergo, será candidata); y segundo, que su retiro ya tiene una fecha determinada.
Podría entenderse a Cristina como un animal político. Quizás ese rasgo, no el amor ni el espanto, fuera lo que la unió al militante peronista Néstor Kirchner durante la convulsionada década del 70 cuando se cruzaron en la Facultad de Derecho de La Plata. Es probable que ese hambre voraz por el poder fuera lo que los haya separado, traumáticamente. Muerto Néstor, su esposa se volvió la referente única del kirchnerismo y, aunque muchos peronistas lo nieguen, también en gran parte de las bases del Partido Justicialista.
Según pudo saber NOVA por fuentes confidenciales, el “pase a retiro” de Cristina es un hecho a partir del 2019. Sus propios dichos lo confirman: “Ojalá que 2019 me agarre haciendo otra cosa, lo que a mí me guste”. Porque si eso sucede, explicó, «significa que después de mí va a venir alguien que va a seguir haciendo más y mejor las cosas y por lo tanto no me van a necesitar ni a mí ni a nadie en el 2019. Ese es el país que yo quiero, que no necesiten a nadie, porque la las cosas se sigan haciendo bien porque es la única manera de cambiar estructural y culturalmente un país», abundó.
Pero Cristina, política insaciable, ya habría decido apuntalar una estructura de poder peronista con el epicentro en “El Calafate”; su lugar en el mundo. Así, la residencia que la mandataria allí posee adoptaría el cariz de una “Puerta de Hierro” del Siglo XXI donde los dirigentes kirchneristas llegarían a pedir consejos, o a buscar la bendición de Cristina para alguna candidatura o flamante proyecto político. Igual que lo hicieran muchos dirigentes peronistas durante el exilio de Juan Domingo Perón en tierras españolas.
El dirigente setentista, y ex diputado nacional por el Frejuli, Julio Bárbaro, reconoció en diálogo con NOVA que la posibilidad de restablecer un nodo peronista en El Calafate como lo fue la “Puerta de Hierro” el siglo pasado es “un disparate”. Además, consideró que “la realidad que nos plantea el gobierno”, con varios funcionarios procesados, obliga a que “nos ocupemos del presente”. Por lo tanto, creer que las huestes K puedan proyectar lo que sucederá dentro de cuatro años “no tiene sentido”.
Pero Bárbaro, analista y militante antikirchnerista, omite en su análisis el foco de poder que aún mantiene el gobierno nacional y que el próximo presidente, aliado o no, deberá reconocer: el capital de los planes sociales.
En busca de una mejor distribución de los ingresos, durante la década que gobernaron Néstor y Cristina, los que estaban afuera del sistema recibieron ayuda económica de la que hoy dependen. Esos planes, programas y subsidios, sirvieron para que los que no nunca habían podido hacerlo, ingresen a la cadena de consumo.
Los jubilados sin aportes y los beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo representan millones de personas que sintieron cómo los brazos paternales del Estado los abrazaban y empujaban a pertenecer a la sociedad capitalista. Sobre ellos, sobre quiénes coparon la plaza de los Dos Congresos el 1 de marzo, se sostiene la campaña presidencial de los candidatos del kirchnerismo. Continuar con esas políticas es, incluso también, una obligación para los candidatos presidenciales de la oposición.
Cristina, con una campaña en alza, siendo la política con mejor y peor imagen a la vez, con su 30% de votos en el bolsillo, entiende que el poder se construye con caja, pero también con dialéctica, y aún más, con cintura política. Encumbrada en su tierra adoptiva, podrá desde El Calafate volverse un caso testigo en la política argentina: mantener el poder sin ostentar la estructura económica que otorgan los cargos. El tiempo, viejo brujo, hará el resto.